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viernes, 18 de noviembre de 2022

Colibrí

 










Para Luisa Paula y Leonardo
con todo el amor de su Nona.

Yvonne

Cuernavaca, Morelos, México.
Diciembre de 2013


Este cuento no comienza como todos los cuentos … Érase que se era…” aunque sí de la otra forma muy particular … Había una vez … un pequeño elfo muy vivaz y travieso, y era tan juguetón que sucedió que un día en que la lluvia había dejado la frescura de su paso en forma de rocío sobre los múltiples pétalos de las rosas, el pequeño elfo se distrajo brincando de gota en gota y contemplando sus múltiples imágenes que como espejos éstas le devolvían. De pronto, se le ocurrió penetrar en cada imagen y ya nos figuraremos verlo chocar con su propia nariz en cada intento. Y ahí tenemos al pequeño elfo desternillándose de risa al ver que, lejos de poder penetrar en la gota de agua que lo reflejaba más bien provocaba un estallido y se formaban múltiples gotitas que lo seguían reflejando y así al infinito. De pronto descubre más allá un panal con decenas de doradas y trabajadoras abejitas y glotón como era, hacia ahí va relamiéndose los labios pensando en lo deliciosa que estaría la miel. 

Pero después de saciarse no tardó en darse cuenta que sus hermanos habían desaparecido, en su prisa por guarecerse de la lluvia se habían desperdigado y no se percataron que él no los seguía. Y busca que busca recorrió todas las flores del jardín, que son los interiores predilectos de los elfos. Fue hacia el corazón de la Azucena y nada encontró. Le llegó el dulce aroma de los jazmines y pensó que tal vez sus hermanos habían sido rendidos por aquel perfume, encontró la puerta abierta y se deslizó hacia el interior de esta cándida flor pero su búsqueda fue infructuosa, tampoco ahí encontró a sus hermanos. Preguntó a los lirios con su vocecita de fragancia: -“Queridos lirios, me llamo Colibrí y he perdido a mis hermanos, los habrán visto por aquí?” Estos le contestaron que no habían visto a nadie pero si quería podían darle cobijo ya que la noche se acercaba. Pero no podía detenerse, les dio las gracias y los lirios lo colmaron de besos y lo despidieron llenos de amor y parabienes. 

Más adelante se encontró con hermosas y extrañas flores que con su orquestación de colores le recordaron su antigua casa, de la que tuvieron que mudarse debido a que un rosal sería trasplantado a otras comarcas y la familia quería permanecer en los mismos lugares que sus abuelos y sus bisabuelos tanto habían amado. Y así siguió el pequeño elfo, buscando de flor en flor y recibiendo caricias y parabienes de cuantos seres encontraba en su camino. Y en eso estaba cuando pasaron tres hermosas mariposas blancas, tan blancas como puede serlo el alma de un recién nacido, y volaron en torno a él preguntándole qué era lo que le pasaba. 

Rápidamente puso en conocimiento a las mariposas de cómo había perdido a sus hermanos y cómo los había buscado infructuosamente. Las mariposas le dijeron que subiera sobre una de ellas y que le ayudarían en su búsqueda. El elfo trepó más que feliz pues él no podía volar tan alto como las mariposas así que ésta era una maravillosa oportunidad para divertirse de lo lindo. Desde lo alto podía ver la extensión del jardín ¡qué grande era! ¡qué bonito! Con su aguda vocecita lanzaba grititos de júbilo y las mariposas sonreían al verlo tan feliz. Él nunca había visto la gama de verdor que iba desde casi el blanco hasta el amarillo y el verde muy oscuro, pasando por el verde verde y ¡el verde Abril! tan luminoso que parecía que una lamparita iluminaba cada hoja. 

¡Sujétate bien! Le recomendaba la mariposa en turno, el pequeño travieso cerró más sus frágiles alas al cuerpo de ella pero de pronto se encontraron con una ventisca que lo sacó de su cabalgadura y se lo llevó por los aires y aterrizó en algo muy suave dando tumbos y más tumbos, pero era tan confortable y acojinado aquel lugar que aun mareado por tanta vuelta y revuelta estaba feliz, y cuando logró sentarse sintiendo que la cabeza le daba más y más vueltas se agarraba el estómago de la risa y todos sus pequeños miembros se estremecían de júbilo; se levantó y sintió que sus piecitos se hundían suavemente como si pisara sobre algodones, la misma irregularidad de donde pisaba lo hacía volver a caer y se levantaba para seguir disfrutando ese juego, y cada caída era un nuevo ataque de risa. De pronto oyó una voz. ¿De qué te ríes, pilluelo? Nunca he visto ni oído a alguien más feliz, pareciera como si no tuvieras ninguna pena. -¿Quién eres tú? Preguntó el elfo. -Yo soy una nube que anda recogiendo los vapores de la Tierra y dentro de poco tengo que llevarlos para regar un campo de hortalizas. Ay, señora Nube, dijo el elfo, en verdad sí tengo una pena pero como tengo tanto regocijo en mi corazón, de pronto se me olvida, pues lo que está ante mi siempre me sorprende y las sorpresas me encantan. De manera que como siempre están pasando tantas cosas pues vivo entonces sorprendido y encantado. Pero ¿sabe? Estaba jugando con mis hermanos y de pronto cayó la lluvia y ellos fueron a protegerse, pues a nuestras frágiles alas eso no les hace nada bien; yo iba detrás de ellos pero al voltear hacia un lado vi un panal con tantas abejitas que quise saborear la miel que depositaban con tanta diligencia. 


Me acerqué y ellas mismas se hicieron a un lado para que libara el dorado líquido y me invitaron para que tomara toda la miel que quisiera; la lluvia no estaba tan fuerte de manera que no me preocupé y chupé, lo que me pareció, un poco de miel, pero al querer salir los pies los tenía pegados al panal y mi barriguita no cabía; las abejitas se rieron mucho y nos divertimos de lo lindo tratando entre todos de despegarme y tratar de sumir mi pancita hasta que lo conseguimos, pero cuando quise seguir a mis hermanos ya no los encontré, ¿usted no los ha visto? -¡Ay, pequeño traviesín! mucho me temo que no, pero lo que más me preocupa es que no sé cómo ni en dónde podré depositarte y ya está próximo el campo en donde tengo que soltar mi refrescante líquido, y tú también caerás con mi lluvia; pero no te preocupes, nada te pasará; por lo que me has contado veo cuáles son las cosas que te han tocado, y has de saber que cada cosa que nos toca nos deja un poco de su naturaleza, de manera que si tú has vivido entre flores, mieles y amores, que te han prodigado a cuantos has visto en tu camino, pues quiere decir que eres un ser maravilloso que haces feliz a cuantos te vemos, a mí misma me has hecho soltar un poco de lluvia, pues tu júbilo me hizo reír y sabrás que yo siempre tengo que permanecer muy seria pues si yo riera, la tierra estaría recibiendo mi lluvia cada vez que lo hiciera. Bien pequeño, ha llegado la hora, entra en la primera gota de lluvia que yo empiece a soltar para que te proteja de las demás y así podrás llegar abajo sano y salvo. 

Adiós querido y gracias por lo feliz que me haz hecho. El elfo también agradeció a la señora Nube y ¡ahí va! baja que baja en su cúpula de agua hasta que su nave lo depositó en algo muy blanco y en seguida escuchó una apremiante voz. _¡Pronto, entra y te cobijaré! Cuando pase la lluvia podrás salir ileso. Pues esta vocecita era nada menos que la de una coliflor, de flores tan apretadas que el pobre elfo apenas podía respirar pero cuando entró un poco más ya pudo acomodarse mejor en una pulcra y aromática estancia, tan suave y cálida, que el elfo se sintió tan confortable que se quedó dormido. Cuando despertó ya había pasado la lluvia. Agradeció a la coliflor su hospitalidad y le preguntó esperanzado si ella por casualidad no había visto a sus hermanos. –No. ¡Qué pena que no pueda ayudarte en esto, pero busca al Tulipán, posiblemente él pueda informarte--. Y abriendo sus mullidas flores permitió que el elfo saliera con fuerzas renovadas. 


Después de una larga búsqueda en la que las Hadas de los elfos no dejan de protegerlos, se encontró de manos a boca con un frondoso tulipán. 


Colibrí lo saludó con la sonrisa que conquistaba a cuantos lo veían y con zalamería le preguntó si había visto a sus hermanos. –Colibrí—le dijo una efímera y hermosa flor del Tulipán, --todos buscamos a nuestros hermanos, a nuestros semejantes, a quienes son como nosotros; no sé si en tu aventurera búsqueda los encuentres, lo que sí puedo decirte es que hay unos padres que te esperan con amorosa alegría. Colibrí lo vio con mayor atención y le preguntó --¿y cómo puedo saber en dónde están ellos? –No te preocupes, le respondió el Tulipán, ve al otro extremo de este jardín y encontrarás al Heliotropo, él podrá ayudarte. Y sin decir más, la flor del tulipán se cerró. 
Colibrí saltó de flor en flor riendo y jugando con cuántos pequeños seres se encontraba 


hasta que vislumbró un blanquísimo Heliotropo que envolvía una grande área con su letal perfume. –Señor Heliotropo, ¿cómo está? Me llamo Colibrí y he venido… -Sí, sí, -dijo con voz grave el Heliotropo--, ya sé quien eres y a lo que vienes. Voy a ayudarte con mucho gusto. Tus padres están muy cerca, ve a ellos, que con su amor y cuidados te ayudarán a encontrar a tus hermanos. Entra en mí y cierra los ojos. 


Colibrí apenas pudo ejecutar la petición que el floripondio le había hecho pues bien no acababa de poner un piecito dentro de él cuando el profundo perfume que éste despedía ya casi lo había dormido. El perfume elevó a Colibrí como en un hilo de humo, que se convirtió en plata, un hilo pendiente de algo que Colibrí no supo distinguir, lo único que sabía era que estaba en algo blando y oscuro, pero cálido y confortable, y cerrando los ojos se dejó llevar por el dulce sueño que lo embargó. Cuando despertó, se encontró en un cálido regazo que lo acunaba y al volver sus ojos hacia arriba se sintió envuelto por dos amorosas miradas que le sonreían y lo cobijaban con ternura, una voz suave y dulce le susurraba un nombre que él no conocía pero que de pronto le dijo: -“Eres tan hermoso, delicado, y nos has traído tanta felicidad que pareces un colibrí”. Colibrí, que ya no se llamaba así, emitió una feliz sonrisa y se replegó al cálido regazo de su madre quien había estado esperando, junto con su padre, con tanto amor su llegada. 



Y esta es la historia de Louisa Paula y Leonardo antes de nacer que al fin se encontraron hermanos en este mundo. 


FIN






















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